La verdad es que perdimos la cuenta. Yo creo que fueron seis las grandes nevadas de este año que, sin embargo, parece que no va a ser de bienes por eso que llaman la crisis y que con más propiedad deberían llamar el «saqueo» porque, la verdad, uno se pasea por los campos ahora que están despertando del largo invierno y no ve otra crisis que la de una sociedad que ha perdido el rumbo en manos de los que nos han expoliado y ahora, en el colmo del cinismo, acusan a las víctimas de ser los culpables de su avaricia sin fondo.
Afortunadamente, no pueden robarnos esta primavera que nos ha traído la séptima (¿o será la octava?) nevada, la de los almendros, que han llenado esta tarde de marzo de olor a miel y de una luz tan intensa que parece música. O quizá sí puedan. Al menos ahí siguen en pie las torres que amenzan el futuro de Pueyo, de Torres, de Aler, de este valle del Sarrón, que respira a pulmón lleno ignorando que se ha convertido en una servidumbre de paso en los mapas de aquellos que, sin pasear por sus caminos llenos de vida, trazan sobre el papel, en sus obscenas oficinas, líneas de alta tensión, planificando el saqueo de nuestro futuro, el expolio de los atardeceres mágicos de esta tierra, de sus grandes horizontes sobre los que se levanta, allá en el cielo del Sobrarbe, la mole del Cotiella como una pirámide de hielo.
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